📖 DIARIO DE HA-YEON | Bidameun

📖 Diario de Ha-yeon Mi historia
Bidameun Bidameun · CDMX

El día que la ciudad olía a lluvia

⏱️ Lectura 8–10 min·Ciudad de México
💬 “No sabía si extrañaba Seúl o extrañaba la versión de mí que vivía allá.”
Ha-yeon con sombrilla, close-up elegante
✨ Nueva ciudad, misma esencia: aprender a mirarme con suavidad.

Antes del agua

El primer trueno cayó como una moneda enorme sobre la ciudad. Yo estaba frente al espejo del baño, midiendo con el pulgar la distancia entre mis cejas como me enseñó eomma cuando era niña—“para saber si estás frunciendo de más el entrecejo, agasshi”, decía con una sonrisa que era mitad disciplina, mitad abrazo. El espejo empañado dejaba mi reflejo en acuarela; pensé que quizá era perfecto que nos viéramos borrosas cuando estamos a punto de llorar, como una cortesía de la física.

Vivir en la Cidad de México me había enseñado un idioma que no estaba en mis libros de español: el del olor a pan a las siete de la mañana, el del aguacero que corre por los balcones como un gato curioso, el de los saludos con la mano de los vecinos que sacan sus plantas como si las presentaran al mundo. Esa tarde la ciudad estaba húmeda y eléctrica. Yo también.

Abrí la ventana. La lluvia caía oblicua sobre la calle y hacía temblar los toldos de los puestos. Un repartidor se ponía una bolsa en la mochila con una gentileza casi maternal. Y ahí, en ese escenario cotidiano, sonó mi teléfono con el nombre que me demostraba que el destino tiene sentido del humor: Min-joon.

No había pensado en él en semanas o eso me repetía. Habíamos sido una ecuación que se resolvía perfecta en los papeles: dos coreanos que se encontraron en un café de la Condesa, intercambiaron playlists, rieron de lo absurda que puede ser la nostalgia cuando uno busca gochujang a medianoche en Amazon, y se desdibujaron lentamente, como palabras lavadas de una carta vieja. Él se quedó con el disco de Jaurim; yo, con la certeza de que había cosas que necesitaba aprender sola.

“No contestes si tu corazón está ensordecido por la lluvia”, pensé, y sonreí de mi propio drama.

Dejé vibrar el teléfono sobre el lavabo como si fuese ajeno. En cambio, me concentré en algo más simple: respirar y cuidar. Había aprendido que mi piel es una forma de presente: reclama tacto cuando la mente va demasiado lejos, pide pausa cuando yo insisto en correr. Abrí el agua tibia y sentí la primera oleada de calma en los dedos.

Los gestos que sostienen

En Seúl, eomma me enseñó a empezar por los bordes de la cara, como si tus manos fuesen olas que no quieren lastimar la orilla. El espejo volvió a nublarse y me reí bajito. Me gusta la lluvia porque secretamente me autoriza a estar lenta, a pertenecer a las cosas que se demoran.

A veces siento que la ciudad me habla en susurros: “haz lo que puedas, pero hazlo con hermosura”. Así enciendo una vela de té, recojo el cabello con una pinza, mojo las palmas y empiezo a masajear. Limpiar, respirar, soltar. Es sencillo, pero no es poco.

Pequeña superstición personal: cuando me lavo el rostro durante una tormenta, imagino que cada gota en la ventana es una palabra amable que el mundo me está devolviendo. (Tal vez por eso me gustan los aguaceros.)

La espuma delicada olía a limpio sin ser fría. Pensé en esas veces que confundimos la agresividad con eficacia, en la piel que protesta cuando la castigamos. No quería castigarme. No hoy. El agua resbaló lenta por el mentón y el trueno se convirtió en tambor de fondo. Entonces toqué mi cara y la sentí viva, como si hubiera aprendido otra vez a escucharla.

Ha-yeon con paraguas bajo la lluvia en CDMX; calles mojadas
🌧️ La ciudad olía a lluvia… y a comienzo.

Un mensaje que nunca envié

Me senté en el borde de la tina con una toalla blanca en el regazo. Abrí la banda de goma del diario —sí, todavía escribo en papel, no me arrepiento— y dejé que la pluma buscara su ruta:

📓 Querido nadie (que a veces eres yo): Hoy la ciudad huele a lluvia y a pan. Escucho la licuadora del vecino, un trueno tímido y el vibrar del teléfono. No contesté.

Me pregunto cuántas decisiones pequeñas sostienen las grandes. Abrir la ventana, no volver, limpiar la piel con paciencia, escribir tres líneas aunque no digan nada. Estoy aprendiendo a estar aquí, aunque “aquí” sea una palabra con bordes borrosos.

PD. Si llego a contestar, que sea desde la calma, no desde el hambre.

Cerré el cuaderno. La sensación de limpieza no era solo física; era una manera de ordenar el ruido. Tal vez por eso me gusta cuidarme la piel: cuando el mundo es mucho, mi rostro me enseña una escala humana.

Entre Seúl y aquí

Cuando tenía nueve años, la primera lluvia del verano en Incheon me daba permiso de salir descalza al patio. Eomma gritaba algo sobre resfriados, pero yo juraba que el suelo tibio era un hechizo contra todo mal. Ahora, a miles de kilómetros, la Roma tiene otro tipo de magia: balcones con bugambilias, perros que tiran de sus dueños como si fueran cometas, abuelas que regalan un “mijita” aunque seas extraña.

La nostalgia ya no me muerde igual. Creo que porque la estoy alimentando con cosas pequeñas: el olor a café de olla, el saludo de la señora de las flores, mi propio ritual de agua. Si pienso en Min-joon, ya no es un hueco sino un espejo retrovisor. Sirvió para llegar hasta aquí; no para volver atrás.

El teléfono vibró otra vez. Lo miré. Esta vez no era él; era un mensaje de Nuna: “¿Vas a venir mañana a la tienda? Llegaron las muestras nuevas. Y te guardé una playlist. 💿💗” Respondí con un corazón. Quise decirle que hoy estaba entrenando el músculo invisible de la ternura: el de hablarme suave incluso cuando el cielo gruñe.

La piel como promesa

Se me antojó una taza caliente. Preparé té de jazmín y apoyé la taza en el alféizar. El vapor me empañó los lentes y me reí otra vez. En otro tiempo habría corrido a contestar llamadas, a llenar el vacío con ruido. Hoy dejé que la humedad hiciera su pequeño milagro: mi piel bebía. La sentí flexible, agradecida. Y entonces me dije en voz baja: “esta eres tú cuando te cuidas a ti, no cuando esperas que otro lo haga”.

🌧️ La lluvia siguió tocando la ciudad y yo descubrí que mi calma también hace música.

No sé cuánto tiempo me quedé mirando caer el agua. Sí sé que por primera vez en mucho tiempo, no tenía prisa por ponerle nombre a lo que sentía. Era simple: estaba limpia, estaba aquí, estaba conmigo.

Ha-yeon con taza de té junto a la ventana; journaling y calma
☕ A veces la piel también necesita escuchar que todo va a estar bien.

Esa llamada

Cuando por fin sonó de nuevo, contesté. — Yeo? —dijo la voz de Min-joon, suave como si pisara una casa que ya no es suya. — Ne —respondí, sorprendida de no temblar. Hubo un silencio breve y correcto. — Solo quería saber si estabas bien con la lluvia. — Estoy bien. —Y lo estaba. — Me alegra. Buenas noches. — Buenas noches.

Colgué. No hubo drama. No hubo lágrima teatral. Tal vez porque la escena importante ya había ocurrido antes: el momento en el que decidí cuidarme primero. Cerré la ventana. La ciudad siguió haciendo su ruido perfecto.


🎧 Playlist para leer bajo la lluvia: Lim Kim – Rain · Daniela Andrade – Crazy (acoustic) · Jaurim – 봄이 오면 · Carla Morrison – Disfruto (rework).
Mi favorita del día: “Rain”. Parece que alguien me soplara paciencia.
💗 Diálogo mío conmigo misma (por si te sirve): — “¿Y si hoy solo te prometes suavidad?” — “Acepto.” — “¿Y si mañana también?”

Ritual de Ha-yeon · Cap. 1

Aquí te cuento qué usé y por qué 🫶
💧 Protagonista: Ácido Hialurónico Cuando me siento “sed”, voy por texturas ligeras que atraen y retienen agua en la piel (humectación profunda sin pesadez). Me gusta aplicarlo sobre la piel ligeramente húmeda para aumentar el efecto “rebote”. Sensación: confort inmediato.
  • 🫧 Limpieza suave (sin tirantez). Masaje lento, respiración larga.
  • 💦 Tónico o esencia acuosa para preparar (tip: presiona, no arrastres).
  • 💧 Suero/loción con ácido hialurónico para “darle de beber” a la piel.
  • 🌸 Sellado ligero (crema o gel) + labios.
  • 🌙 Si llueve, playlist y té. La piel también escucha.
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