Cuando la ciudad soltó el agua.
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Lo que la piel me contó cuando el cielo se abrió

Cuando la ciudad soltó el agua
El domingo amaneció con ese tono de aire recién lavado que hace brillar hasta las macetas viejas del balcón. Dejé la ventana abierta y me quedé mirando cómo la luz se quebraba en los charcos de la calle. Me di cuenta de que, igual que la Roma, yo también había escurrido algo: el apuro de la semana, la duda, el gesto austero que a veces me pongo sin querer.
Hice lo que hago cuando necesito volver a mí: ordené la mesa, puse a calentar agua y acerqué el cuaderno. En la tapa, alguien —yo de otro día— escribió: “Ha-yeon, tu piel también es memoria”. Sonreí. A mi piel le gusta que la nombren con cariño.

Una piel que escucha
Me miré un momento largo. Había un brillo tranquilo que hace meses no veía. Pensé en eomma y en su frase de siempre: “si te hablas duro, la piel te responde duro”. Así que fui suave. Agua tibia, respiración larga, movimientos redondos. Después, esa textura ligera que la cara reconoce como un vaso de agua. La centella me recuerda a mi abuela: discreta, fiel, presente.
La calma no apareció de golpe: llegó como una brisa que primero mueve las cortinas y después el pecho. Me quedé ahí, sintiendo el pómulo tibio bajo los dedos. A veces pertenecer es tan sencillo como volver a tocarte la cara.

Pequeños lugares donde quepo
Salí a la cafetería de la esquina. Pedí matcha y un pan que sabía a domingo. En la mesa de al lado, una niña le peinaba el fleco al perrito de su abuela. Me reí bajito. Abrí el cuaderno y escribí: “Estoy aprendiendo a estar aquí”. Debajo, otro renglón que me sorprendió: “Y aquí se parece cada día más a mí”.
Pienso mucho en esa palabra: casa. No sólo como lugar, sino como gesto. A veces ser casa es sostener la puerta de ti misma abierta un minuto más. O regalarte un respiro antes de contestar. O tocarte la cara y quedarte.
La noche también sabe ser gentil
De regreso, la tarde se dobló en naranja. Encendí una vela pequeña. Me gusta cómo la cera derritiéndose ordena el cuarto. En el espejo aún quedaba un rastro de luz. Repetí el gesto de la mañana: limpiar, beber, sellar. No por obligación; por promesa.

Antes de dormir, pensé en llamar a alguien para contarle el día. No lo hice. Me gustó guardarlo un poco más, como se guarda un pan caliente dentro de las manos. A veces el mejor “buenas noches” es el que te dices tú.
Ritual de Ha-yeon · Cap. 3
Lo íntimo, sin prisa. Productos como acompañantes, no como atajos 🫶- 🫧 Limpieza amable (sin tirantez).
- 💦 Hidratación fina: esencia o tónico acuoso.
- 🌿 Emulsión/crema con centella + madecassoside para sellar sin pesar.
- 💋 Labios, manos y respiración profunda.